El torpedo silencioso
Terence Parkin pretende ser un nadador como cualquier otro: joven, alto, fuerte, con la cabeza rapada por aquello del hidrodinamismo…Pero no lo es. Es mejor que la mayoría, como certifica su plata olímpica en 200 braza en los Juegos de Sydney, aunque no es eso lo que le hace distinto. A este surafricano le llaman ‘el torpedo silencioso’. Es sordo de nacimiento. Los casos de deportistas sordos que triunfan en alta competición son muy extraños, y quizá los únicos precedentes son dos jugadores de béisbol, Curtis Pride y William Hoy, que disputaron la Major League. Parkin no podría haber llegado a un podio olímpico sin ayuda. Y la encontró en el entrenador Graham Hill, la piedra angular sobre la que ha edificado su éxito. Hill conoció a Terence cuando éste tenía 12 años y no sólo se convirtió en su técnico, sino en su mentor, protector y traductor, su enlace con el mundo de los que pueden escuchar. Hill enseñó a su discípulo los secretos de la piscina y al tiempo aprendió la Lengua de Signos; en las ruedas de prensa y entrevistas es Hill quien convierte en fonética la nerviosa mímica de Parkin. Terence ya era el mejor nadador de África a los 17 años tras debutar internacionalmente a los 14 en los Juegos de la Commonwealth, y en los Juegos para sordos, los ‘Deaflympics’, había amasado un oro tras otro. Pero no le bastaba y quería lo máximo, una medalla en Sydney. Ser sordo, según él, no es una desventaja en natación. “Soy capaz de cualquier cosa excepto oír. Estoy en igualdad de condiciones respecto a mis rivales”, suele decir. Su lema, ‘Deaf can do it’ (los sordos pueden hacerlo), es toda una declaración de principios. Pero antes de dar el salto al estrellato tuvo que resolver un problema logístico.
La salida, en natación, es el sonido de una bocina, una señal sonora que Parkin es incapaz de percibir. La primera solución fue que Hill, al otro lado de la piscina, le señalara la salida con un gesto. Luego cambió el gesto por un flash luminoso. Y ahora se le conecta una luz estroboscópica en la plataforma de salida. Según Parkin, eso le confiere ventaja “porque la luz es mucho más veloz que el sonido”. A pesar de la tecnología, Hill, por si las moscas, sigue al otro lado de la piscina, gesticulando cuando suena la bocina. Terence ha intentado nadar con audífono –es la imagen de marca de una multinacional del sector– pero el ruido del chapoteo y el público le impiden concentrarse, así que prescinde de él. Es muy conocido, así que cuando sus rivales le felicitan saben que no deben emplear palabras aunque lee perfectamente los labios: un guiño, una sonrisa o una palmada en la espalda bastan. Los más espabilados le hacen la ola, que en la cultura sorda equivale al aplauso. La cadena de televisión NBC convirtió a Terence Parkin en un héore que América adoptó como si fuera suyo. Antes de los Juegos de Sydney su historia se tomó como uno de los hilos conductores del espíritu olímpico por su afán de superación, jovialidad y su carencia total de autocompasión. La final de los 200 braza fue una de las más vistas en EE.UU. y en su posterior viaje oficial a Suráfrica el ex presidente Bill Clinton insistió en conocer personalmente a Terence Parkin, comentando a las autoridades locales lo mucho que le había impresionado su lucha. (David Llorens/El Mundo Deportivo)
http://cgi.cnnsi.com/olympics/news/2000/08/19/update_parker/
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