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Abre una discoteca donde sordos y oyentes ‘van a la par’

Eugenio tiene 28 años y es sordo. No para de sonreir. Mueve las manos contra su pecho para dejar claro que sí, que la música “se puede oir notando las vibraciones”. Pero a Eugenio lo que le seduce no son sólo los sonidos graves de la música, cuyos altavoces dirigen sus sonidos graves directamente a la pista, potenciando su percepción. A Eugenio lo que le hace sentir como en casa son las más de diez pantallas que se reparten por la sala y en las que se ve a una persona signante interpretando la canción del videoclip que se emite.[…][…] (elmundo.es)


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