Seis mil personas viven en España con esa doble discapacidad. Sus manos son su vista, su oído y su lengua
Conchita tiene 65 años y es una apasionada de las nuevas tecnologías; Rosana es el orden personificado; a Carlos le encanta nadar y pasear por su
ciudad… Los tres son sordociegos. Quienes no ven ni oyen quieren hacerse visibles en una sociedad que los ignora. Se echan a la calle sin oír ni ver, cuentan los pasos, memorizan los trayectos y confían en el extremo de su bastón para cruzar de acera. Pero una zanja abierta, una parada imprevista del autobús o un corte en el suministro eléctrico del metro acaba de golpe con toda su autonomía y los deja sumidos en la oscuridad y el silencio. No saben dónde se encuentran, no pueden preguntar y tampoco oirían la respuesta; ni siquiera pueden estar seguros de que haya alguien cerca de ellos.[…][…] (Inma Muro/ interviu.es)
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